Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres

HISTORIA DE LA CONGREGACIÓN

Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía y antes que nacieses te tenía consagrado, yo profeta de las naciones te constituí. Jer. 1,5

INFANCIA DEL PADRE YERMO:

10 de noviembre de 1851, amanece en la risueña hacienda de Jalmolonga, Distrito de Tenancingo, en el estado de México, en la casa solariega que habita el joven el joven matrimonio formado por D. Manuel de Yermo y su señora esposa, Doña María Josefa Parres, reina la más tierna alegría.Los habitantes de la hacienda lanzan al aire sus gritos de júbilo al saber la buena nueva que ilumina la antigua mansión: ¡el primogénito de aquel matrimonio tan apreciado ha visto felizmente la primavera!

Fervorosos cristianos, los padres del recién nacido se apresuran a que su tierno vástago reciba el agua bendita del bautizo el mismo día de su nacimiento: ceremonia que se llevó a cabo el la Capilla de la misma hacienda, recibido de manos del Pbro. Lic. Don Feliciano Ma. Pérez, cura interino de la Parroquia de Xochitepec, el feliz encargado de suministrar al pequeño el agua bautismal.

Así el recién nacido entró al servicio de Dios, recibiendo al efecto los nombres de José María Manuel Andrés Rafael. Aquel pacífico hogar lleno de felicidad por el nacimiento del pequeñuelo, era el espejo de la dicha del joven matrimonio, ero un día, en la negra hora, una víbora se coló dentro de la mansión para ensombrecerla con las lágrimas del dolor.

Con horror, Doña María Josefa descubrió que el réptil venenoso se había escurrido dentro de su habitación y se deslizaba por la cama donde ella estaba al lado de su bebé, helada de terror, la pobre madre solo pensó en proteger a su hijo y sin medir el peligro, trató de arrojar lejos de la cama el asqueroso reptil, lo logró más no sin recibir la mortal mordedura.

Contaba el niño José María con solo cincuenta días de nacido y ya Dios le preparaba la terrible prueba de la orfandad materna. Golpe tan duro como la irreparable pérdida de su esposa, fue para Don Manuel una dura prueba, que puso de manifiesto su resignación ante los designios divinos.

Vino en su auxilio su amantísima hermana, Srita Carmen de Yermo, quien con toda abnegación se hizo cargo del pequeño José. En busca de un cambio de panorama que reseñara la herida, se trasladó a su casa de México, dejando en los habitantes de la hacienda de Jalmolonga, el más grato recuerdo.

La tía Carmen acabó por ser la segunda madre del niño, sembró en el tierno corazón del pequeño senitimientos de sólida piedad, que pronto formaron parte de su car+acter. ¡Que alegría se pintaba en su carita cuando aún infante, en los brazos de su nana repartía pan a los pobres…!

Recibió el sacramento de la confirmación el 7 de febrero de 1853 de manos del Ilustrísimo Fray José e Belauzaran en la capilla del Señor de Burgos, en la ciudad de México. Su infancia a pesar de la orfandad materna fue alegre, debido al calor que supo brindarle su tía Carmen y su amante pobre.

Llegó a los 8 años, edad en la cual hizo su primera comunión, el 30 de marzo de 1860 y en 1864 recibió una medalla de honor como premio a su aprovechamiento de manos del emperador Maximiliano, cuando tenía trece años.

En cierta ocasión, recibieron visita de la Hacienda y entre los regalos que la gente del lugar les mandó había un frasco lleno de sabroso melado pero estaba enfermo en aquellos días, cuando se fueron a dormir se preguntaba ¿ cómo olvidar a aquel rico melado? Joselito no pudo conciliar el sueño, pensando en la sabrosura de la rica golosina, vencido por su inocente tentación, abandonó el lecho a hurtadillas mientras todos dormían, pero Oh fatalidad, las fuerzas de Joselito no fueron suficientes para sostener en sus manecitas el gran frasco y su padre y su tía se percataron cuando escuchcharon el ruido del pequeño que había caído, Joselito fue darle las gracias a Dios por haberlo cuidado en la caída y a pedir perdón por no haber obedecido a su tía

En otra ocasión en que se le sirvió un platillo de garbanzo Joselito lo rechazó por no ser de su agrado y su padre al enterarse lo corrigió diciendole: “deberías agradecer al señor el alimento que se sirve a tu mesa y darle gracias por la salud con que te permite tomarlo y gozar de sus benficios, para que se grabe en tu espirítu este incidente, no comerás más que garbanzo durante toda una semana, a lo cual Joselito responde de manera obediente: sí padre.